El cableado es, probablemente y a la par de acústica, el mas importante factor que deberemos considerar. Sin una acústica adecuada, ni es fácil sacar el mejor rendimiento a los instrumentos a grabar (estoy hablando de instrumentos acústicos o electro-acústicos) ni sabremos, a ciencia cierta, lo que estaremos registrando.
Pero si es verdad que con los años de experiencia, seremos capaces de tomar decisiones que minimicen los efectos negativos de una acústica menos adecuada a la hora de captar, o que nuestro cerebro aprende a descifrar una respuesta monitor/sala un tanto “distorsionada” y nos da referencias, ya con el cableado tendremos que tener un enorme cuidado, pues ni avisa ni salta a la vista.
Podemos tener el último convertidor AD/DA, grabar a 32 o a 64 bit, usar nuestro adorado micrófono vintage que nos costó un par de años de curro, todo esto a través del previo mas esotérico y completo que hemos sido capaces de abonar: si las interconexiones entre toda esta cacharrería no están garantizadas por un cable de calidad, con conectores de calidad, una soldadura apropiada y, principalmente, el protocolo adecuado… Apaga y vámonos!
Por cualquier extraña razón tendemos a menospreciar la importancia del cableado. Es como si de pronto, nos compráramos un coche con la capacidad de tirar de una caravana y la caravana confortable para irnos de vacaciones y los uniéramos con una cuerda para ahorrar la inversión en el enganche. Una decisión arriesgada, no os parece? Pues lo mismo pasa con los “enganches” en el audio.
Esta historia ya la contamos hace años pero nunca está demás recordarla.
Un productor que solía visitarnos, vino un día con un problema que, hacía meses, seguía detectando en su estudio de grabación. Sus monitores de audio, de reciente instalación tenían un comportamiento raro: sonaban muy poco convincentes. Como se encontraban aún dentro del período de garantía y después de una conversación cuyas preguntas eran un primero abordaje para un despiste de las posibles causas (tipo de salida de su interface, tipo de cables utilizados etc), los enviamos a fábrica: “– Están perfectos!” ha sido el veredicto.
Meses más tarde, como el problema persistía, hemos decidido hacer un exhaustivo chequeo a su sistema. Entre las salidas balanceadas (Jack TRS) del módulo de conversión de su tarjeta de audio, por cierto de reconocida calidad, y las entradas balanceadas (XLR) de los monitores auto-amplificados, hemos encontrado unos «bellísimos» cables de diseño, con una marca sofisticada, aunque desconocida para nosotros. Para hacerlos de todo atractivos y enganchar de inmediato al comprador mas incauto, además de la palabra PRO en letras muy sugerentes, el fabricante les había puesto, del lado opuesto al jack TRS, un espectacular XLR articulado. Realmente impresionante! Sin embargo, una observación más detallada del cable y la consecuente medición, nos reveló falta de continuidad en la masa de audio (anillo-pin 3). Probando el otro cable del estéreo el resultado fue el mismo. Conclusiones posibles:
- Estaríamos ante un caso, poco probable, en el que uno de los conductores – el de la señal negativa – se había roto en ambos cables? La guapísima articulación del XLR hasta 90º invitaba a esa hipótesis.
- O, simplemente los cables que teníamos delante ya “pecaban” por la ausencia del tercero conductor?
Con autorización del propietario, ya entonces un poco cabreado con los resultados de la prueba, cortamos el cable a la altura del jack moldeado, sabiendo que lo podríamos recuperarlo con un nuevo conector y pudimos confirmar que estaba fabricado con un cable de un conductor y pantalla, vulgar cable para instrumento o línea no simétrica, en el que la falta del conductor para la señal negativa, dejaba sorprendentemente desconectada la patilla de contacto del anillo del jack y el pin 3 del XLR.
O sea que el jack era un TRS con punta y anillo y el XLR presentaba su tercer pin tan brillante como los demás. Lo que no había era conexión entre él y el anillo del jack.
Ante tal disparate me acordé de un artículo de Philip Newell que, a finales de los noventa, publicábamos en nuestro boletín. Tenía un tono algo depresivo, de alguien muy disgustado con el rumbo de la industria. Vale la pena leerlo si tenéis el tiempo y la paciencia… El Umbral de lo Desconocido.
El cableado no es perpetuo, hay que revisarlo, hay que mantenerlo
Por todo esto, en Reflexion Arts, ya llevamos años ofreciendo un servicio de cableado por medida, intentando ayudar lo mas posible – si nos dejan – en el diseño de la instalación y por supuesto ofertando cables de calidad irreprochable (Klotz, Van Damme, Cordial, Gotham, etc) terminados por conectores que son referencia en el mercado: Neutrik y Switchcraft.
El cableado no es perpetuo, hay que revisarlo, hay que mantenerlo. Los tirones durante su utilización pueden dañar puntos de soldadura o, incluso, romper conductores a lo largo del mismo cable. Si queréis que vuestros cables de micrófono duren mucho mas tiempo y os den garantías, lo mejor es utilizar conectores con pines bañados a oro. Los contactos plateados, bajo la influencia del Phantom, van creando una cobertura negra, un “carboncillo”, que altera completamente la impedancia del cable y deteriora la respuesta de la señal.
Así que no debéis ahorrar esfuerzos en esta cuestión primordial. Cables defectuosos solo pueden conducir a resultados frustrantes y eso sí tiene un coste: económico y de reputación.
Cuando se empezaba a ver en las redes los inicios de este artículo, la revista Future Music se interesó tanto por el tema, que no dudamos en darles la exclusiva para que, como siempre, hiciesen un gran trabajo de publicación. Podéis leerlo aquí.
Autor: Sergio Castro @2020
Fotos: Diana Castro